17.5.11

El cuento de la niña aventurera.

Es que esta era una vez una niña muy bonita que estaba sentada en su casa muy aburrida, y pensó en ir a comprar una paleta coldy. Como sus papás no estaban en la casa se fue en la bicicleta. Entonces allí iba pedaleando y pedaleando la bicicleta. Pero como la niña estaba muy chiquita no sabía bien para donde quedaban las paletas coldy, entonces llegó a una gasolinera a preguntar para donde era -oiga señor ¿para donde está paletas coldy?-, -a mija pues es que fíjate que hay tres, pero la que queda más cercas de aquí es la de la primero de mayo. Mira has de cuenta te vas, subes aquí por toda la Ernesto Talavera hasta llegar hasta los cuarteles, entonces te das vuelta a la izquierda por la J. Morón y ay te vas avanzas, avanzas y te vas a topar con las paletas coldy-, -ah muchas gracias señor-, le respondió la bella niña. Entonces siguió el camino tal como se lo había mencionado el señor despachador de la gasolinera: agarró la Ernesto Talavera hasta llegar a los cuarteles, allí dio vuelta la izquierda continuó avanzando hasta llegar, efectivamente, hasta las paletas coldy. La niña se sintió muy emocionada de haber llegado hasta allí después de haber andado un largo camino, aunque también se sintió un poco desesperada ya que había una larga fila. Se bajó de la bici, la puso pegada en la ventana para estarla viendo desde adentro para que no se la fueran a robar y se formó. Mientras estaba en la fila pensaba en si compraría una paleta de kiwi ó de sandía, al llegar su turno se había decidido ya por la de kiwi. -Me da una paleta de kiwi señora porfavor-. -Si mija son doce pesos-. le dijo la cajera. Cuando escuchó estas palabras la pequeña y bella niña se dio cuenta amargamente que no traía dinero. -Es que no traigo- le dijo a la cajera.- -No pues entonces no te la puedo dar mija a ver compermiso el que sigue-. La niña se salió muy triste de paletas coldy, pero sin darse por vencida ideó un plan para conseguir doce pesos. Comenzó a pedalear su bicicleta por toda la primero de mayo, pedaleaba y pedaleaba, cruzó por el parque Victoria, un oxxo, y un centro deportivo llamado guay o algo por el estilo, hasta llegar a la avenida Ocampo, allí dio vuelta a la derecha y se tuvo que subir por la banqueta porque pasaban muchos carros y camiones muy rápido y muy ruidosos. Cuando llegó a la 20 de noviembre se topó con una iglesia donde entró no sin antes dejarle encargada la bicicleta a un vagabundo que estaba afuera de la iglesia pidiendo limosna.
La iglesia estaba repleta de gente por lo cual se sentó en una de las bancas de hasta atrás. La misa estaba comenzando por lo cual la niña tuvo amargamente que esperar a que terminara el tedioso sermón. Esperó y esperó, los segundos y los minutos parecían eternos, hasta que por fin llegó el momento que estaba esperando: le pasaron la charola de las limosnas y agarró un puñado de dinero, aproximadamente ciento veinte pesos, y salió corriendo, pero en eso una viejita la vio y gritó ¡detengan a esa niña se robó el dinero de las limosnas! pero la niña era muy rápida y cruzó por la puerta de la iglesia velozmente cuando de repente una fuerte mano la sujetó de su pequeño brazo: era el vagabundo, que no era otra cosa más que un cómplice de la iglesia que daba el dinero de sus limosnas al padre a cambio de un sueldo fijo y seguro social. El sacerdote de la iglesia muy indignado llamó a la policía y la niña fue remitida a la delegación donde le tomaron su declaración de ley. -Mira niña a nosotros no nos gustan los ladrones, pero por ley tienes derecho a hacer una llamada telefónica- dijo el comandante en turno, la niña con una lágrima en su ojo por ver perdida la esperanza de conseguir una paleta coldy de kiwi levantó la bocina y le marcó a su mamá al celular. Al cabo de un rato llegaron sus papás, pagaron la fianza de dos mil pesos y la niña pudo salir de la cárcel. Después de regañarla duramente y castigarle todos sus juguetes le dijeron que la iban a llevar con el sacerdote de la iglesia para que le pidiera perdón y que se confesara. -Mire padre chalío aquí viene esta niña para pedrile perdón por haberle robado a la iglesia y para que confiese sus pecados.- dijo la apenada madre de la niña. -Mire señora le voy a decir una cosa- respondió el padre chalío -a Dios nuestro señor no le gustan para nada estas cosas, yo voy a confesar a esta niña pero sí le digo que yo soy solo un intermediario, Dios nuestro señor es el que habrá de decidir y sí, le repito, que a él estas cosas le desagradan mucho- -¡ay padre por favor interceda por nosotros- -está bien hija a ver que pase la niña al confesionario- Dijo el padre chalío al momento que se metía al confesionario. -A ver hijita mía ¿cómo te llamas?- -Perlita- respondió la pequeña niña. -A ver Perlita ¿dime cuales son tus pecados?- -es que yo quería una paleta coldy de kiwi pero no traía dinero y por eso agarré el dinero- -muy mal hecho Perlita, la única forma en que te puede perdonar Diosito es que muevas esta llavecita que tengo aquí conmigo- comentó el padre chalío al tiempo que desabrochaba su bragueta y sacaba su arrugado y flácido pene. La pequeña y delicada niña al tiempo que perdía su dulce inocencia al ritmo de los quejidos de perverso placer del padre chalío aprendía una importante lección de vida: no robar.

3.5.11

R

Jesus doesn't want me for a sunbeam, Nirvana.

El jueves fue la última vez que vi a R. Estaba contando monedas y esperaba que terminara para preguntarle dónde estaba el café, pero no terminaba de contar, entonces a manera de interrumpirlo le pregunté por café. Seguía contando monedas y nunca levantó la vista ni me respondió, al momento que vi el café y lo tomé sin darle importancia. Pasé a la caja donde le pagué a una desconocida y al salir volteé hacia R para despedirme a la distancia, pero seguía contando monedas. Abrí la puerta y al salir no volví a pensar en ello.
Acabo de regresar de la tienda. No estaba R, ni ninguno de su familia.